El jovencito Svetaketu,
con muchas inquietudes espirituales, estaba confuso. No llegaba a comprender
quién era el Ser que todo lo penetra y cómo este Ser se diversifica de tal
manera. Desorientado, preguntó a su padre. Padre e hijo estaban muy unidos y
a menudo mantenían fecundos diálogos espirituales. Aruni, el padre, dijo:
-Del mismo modo, querido
hijo, que las abejas preparan la miel recogiendo el néctar de diversos árboles
para hacer con ellos su esencia, pues el néctar no puede discriminar y decir:
yo soy de este árbol o yo soy de aquel otro; de la misma manera las criaturas
no saben que están inmersas en el Ser Supremo.
Cuando el muchacho tenía
doce años fue enviado por otros doce a estudiar los Vedas con un maestro. Transcurrido ese tiempo, se creía un gran
sabio y se había vuelto arrogante y vanidoso. El padre lo percibió así y le
dijo:
-Pensando que eres un
sabio, te has vuelto arrogante y vanidoso, ¡qué lástima! Y, sin embargo, no sabes
que el Ser Supremo es Aquel por el cual lo que no se oye es oído, lo que no se
piensa es pensado, lo que no es conocido se conoce.
No, claro que no era tan
sabio. Nada sabía realmente de todo ello, así que, todavía ignorante y sin
duda recuperando su humildad, pidió a su amado padre que le instruyera. Aruni
se expresó así:
-Querido hijo, del mismo
modo que por el conocimiento de un trozo de arcilla se conoce todo lo que está
hecho de arcilla, pues todas las modificaciones no son sino nombres y cada
nombre no es más que una palabra, mientras que la arcilla es la verdad, lo
real. Hijo mío, del mismo modo que por el conocimiento de un solo lingote de
oro, o de cobre o de una joya, se conoce todo cuanto está hecho de esta
materia, ya que todas las modificaciones no son sino nom-bres, y los nombres no
son más que palabras, y el oro o el cobre son la verdad, lo real. Del mismo modo,
hijo mío, que por el conocimiento de un solo par de tijeras cuanto está hecho
de hierro se conoce, puesto que todas las variantes no son sino nombres, y los
nombres no son sino palabras, y el hierro es la única realidad.
Entonces el muchacho
comenzó a comprender. ¡Qué gran maestro era su padre! Y más aún: ambos estaban
animados por el Ser.
El Maestro dice: Las perlas del collar pueden ser innumerables,
pero el hilo que las engarza es uno y el mismo.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
No hay comentarios:
Publicar un comentario