Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 28 de junio de 2012

La princesa esclava

Doscientos años antes de Cristo, Yagña y Madhav, dos primos, luchaban por el trono del reino de Vidarbha. Un día, al amanecer, dos carros iniciaron su marcha hacia el reino del monarca Agnimitra. En uno de ellos iba Madhavsen, su hermana -la princesa Malavika, el mi­nistro Sumati y Kaushiki, hermana de éste último. En el otro les seguían sus criados.
-Deseo llegar cuanto antes a la ciudad de Vidisha -ex­clamó Madhav-. Hasta que no lo haga sentiré un peso sobre mi conciencia.
-Pronto llegaremos, señor -respondió Sumati.
-¿Cómo será la ciudad de Vidisha, Kaushiki? -pre­guntó la princesa.
-Ya lo veremos.
Entonces la comitiva vio acercarse a una partida de soldados que interceptaron el camino. Madhav dio or­den a su ministro de que huyera por la selva con las dos mujeres, en dirección a Vidisha, mientras él hacía fren­te a los soldados. Ellas se negaron en un principio, pero, viendo el peligro de la situación, accedieron y se escon­dieron entre los matorrales.
Los soldados se acercaron al carro de Madhav y le hi­cieron prisionero.
Sumati y las dos mujeres se dirigieron entonces ha­cia la ciudad.
Pero, una noche, mientras hacían un alto en el ca­mino, unos bandidos atacaron el lugar en el que habían instalado el campamento. Sumati luchó valientemente contra ellos, mas no pudo ven-cerles y murió en defensa de su princesa. Malavika desapareció y Kaushiki, que se había ocultado, quedó sola para llevar a cabo los últi­mos ritos de su hermano.
Mientras tanto, la joven princesa se encontraba des­mayada en otro lugar del bosque, donde unos campesi­nos la encontraron y la condujeron a Vidisha, ante la presencia de Dhárini, la reina. Ésta, ignorando el origen de Malavika, la aceptó en su servidumbre y tomó la de­cisión de que aprendiera el arte de la danza, con su maes­tro Gundás.
De esta forma pasó el tiempo y Malavika siguió vi­viendo ante la servi-dumbre del palacio.
Un día, el rey Agnimitra vio un retrato en el que apa­recían todos los servidores de la casa real y quedó pren­dado de la belleza de Malavika.
Llamó a su consejero privado, Gautam, y le puso al corriente de su pasión. Su sirviente le aseguró que po­dría conseguir a la mujer e imaginó un plan para lo­grarlo.
En primer lugar, Gautam decidió que Agnimitra de­bería ver a Malavika sin que nadie pudiese sospechar nada. A tal efecto fue a ver a Gundás, el maestro de bai­le y le contó que su rival, el otro profesor que había en el palacio, había criticado su estilo. Marchó asimismo a ver al otro maestro y le contó que Gundás le estaba cri­ticando. El resultado fue que ambos profesores se pelea­ron y se presentaron ante el rey con su queja, haciéndo­le juez de sus respectivos méritos. El único camino para decidir sobre la calidad de los maestros era ver inter­pretar danzas a sus discípulas y, de esta manera, Malavika bailó ante el soberano.
Agnimitra quedó aún más cautivado por la belleza de la muchacha al verla en persona e instó a Gautam a que siguiera adelante con su plan. Malavika, por su parte, se sintió también atraída por el monar-ca.
Se acercaba la fiesta de la primavera y uno de los ri­tos que se tenían que llevar a cabo consistía en que la reina debía golpear con el pie un árbol de ashok. Era de muy buen augurio para la prosperidad del reino si el ár­bol daba fruto en los cinco días siguientes al momento en el que se le hubiese golpeado.
La fecha señalada se hallaba la reina con todas sus sirvientas en el jardín, jugando y disfrutando de un be­llo día, cuando Gautam apareció por allí. La reina se co­lumpiaba, ayudada por Malavika, y el consejero quiso ayudarle. Empujó el columpio con tal fuerza que Dhárini cayó al suelo y se lastimó en un pie.
Esto era precisamente lo que Gautam había espera­do que sucediera. Pidió mil perdones a su soberana, pero se regocijó en su interior por lo bien que estaba salien­do su plan.
La reina dijo a su sirvienta:
-Malavika, no podemos dejar que pase este día sin que se lleve a cabo el ritual prescrito. Yo no podré llevar a cabo la ceremonia el árbol, así es que habrás de ser tú quien la haga en mi lugar, pues la prosperidad del reino está ante todo. Si el árbol florece dentro del plazo de cin­co días, te recompensaré.
En cuanto la reina se hubo retirado a sus habitacio­nes para des-cansar, Agnimitra y Gautam salieron al jar­dín y observaron ocultos lo que sucedía.
Una criada, enviada por Gautam, se acercó a Malavika y comenzó a acicalarla y prepararla para la ceremonia del árbol.
-¡Qué piel más suave tienes, Malavika -exclamó la sirviente, mientras la untaba de pasta de sándalo. Cualquiera diría que no eres una mujer normal, como nosotras, sino una princesa que viviera disfrazada.
Malavika se asustó, pensando que quizá había sido descubierta.
-Amiga, tú dices eso porque me quieres.
-Y no soy yo sola- prosiguió la criada-. Tengo noti­cias de que el mismo rey, nuestro monarca Agnimitra, siente gran pasión por ti.
-Eso no puede ser -replicó la princesa.
-Sí lo es. Tengo la certeza de que te ama y desearía ha­certe suya.
-Pero, si la reina se llega a enterar...
-No te apures -dijo la mujer. Yo te ayudaré y logra­ré vuestra unión. Pero, antes de nada, debes cumplir con la obligación que se te ha confiado. Llégate hasta el ár­bol de ashok y dale el golpe ritual.
Malavika se acercó a árbol y lo golpeó con el pie. En aquel momento, Agnimitra se presentó ante ella.
-Hermosa mujer -empezó, dirigiéndose a ella, ¿me concederás tu amor?
Pero antes de que Malavika pudiera reponerse de su asombro y responder, alguien vino a interrumpirles.
Era Irávati, la segunda esposa del monarca, quien in­crepó a su marido, insultó a Malavika y expresó clara­mente sus celos.
Agnimitra se vio obligado a mentir para tranquili­zarla. Le explicó que la había visto venir y que todo era precisamente una broma para ella.
Irávati contó lo ocurrido a Dhárini y ambas decidie­ron encerrar a Malavika y a la sirviente en los calabozos de palacio.
Pero Gautam no pensaba quedarse de brazos cruza­dos ante esto e ideó una estratagema para liberarlas. Fingiendo haber sido atacado por una serpiente vene­nosa, penetró gritando los aposentos de la reina Dhárini. Ésta mandó en seguida que llevasen a Gautam ante el médico del palacio.
Al poco tiempo llegó una sirvienta diciendo que, para la curación del consejero, el médico necesitaba algún objeto que tuviese la efigie de una serpiente. Dhárini no sospechó nada y entregó un anillo de su pertenencia, que tenía una serpiente tallada.
En el momento en que el anillo real estuvo en su po­der, Gautam se dirigió a los calabozos y dio orden a los guardias de que soltaran a las dos mujeres. Para probar que la orden era genuina, enseñó el anillo de la reina, lo que le franqueó todas las puertas. Condujo a las dos mu­jeres a un sitio oculto del jardín y llamó al rey.
Allí los dos amantes se pudieron reunir, aunque no por mucho tiempo, pues Irávati estaba al acecho y les espiaba.
La sirviente se percató en aquel momento de que el árbol de ashok estaba florecido, aunque no habían pa­sado aún los cinco días. Malavika decidió ir junto a la reina Dhárini y pedirle la recompensa que le había pro­metido.
Ésta cumplió su palabra y no sólo perdonó a Malavika, sino que con sus propias manos la vistió de novia y la condujo al jardín, junto al árbol sagrado, donde espera­ba el rey.
Pero antes de que pudieran decir nada, un mensaje­ro se presentó en el lugar y se dirigió a Agnimitra.
-Majestad -anunció, en los confines de nuestro rei­no acaba de librarse una batalla entre los ejércitos de Yagña y de Madhav, con el triunfo de éste último, que ha quedado libre. Madhav ha recuperado el trono del reino de Vidarbha y manda a dos emisarios para salu­darte e iniciar relaciones con nuestro reino.
Agnimitra hizo llegar a los dos enviados de Madhav que, antes de rendir pleitesía al rey, como era lo debido, se fijaron en las mujeres.
-¡Oh, rey Agnimitra! -comenzó uno de ellos. Nos complace ver que nuestra princesa está viva y que la has acogido en tu corte.
-¿Vuestra princesa? -quiso saber el monarca. ¿De quién estás hablando?
-Nos referimos a Malavika, hermana de Madhav, nues­tro señor. Cuando Yagña le atacó, ella desapareció y nos temimos su muerte. Pero vemos que, afortunadamente, halló refugio en tu reino, lo que te agradecemos en nom­bre de nuestro soberano.
Al escuchar esto, tanto Dhárini como Irávati se sin­tieron avergonzadas, pues habían estado tratando a Malavika como a una vulgar sirviente y sus celos prove­nían del hecho de que fuera, como creían, de bajo naci­miento.
-¿Por qué no lo dijiste, entonces? -preguntó Agnimitra.
-Mi señor, sabed que, cuando era pequeña, un astró­logo me predijo que tendría que vivir todo un año en condición de esclava. Cuando hicieron prisio-nero a mi hermano y me vi desvalida, pensé que había llegado el mo­mento de cumplir esa parte de mi destino y, aunque como sirviente, he hallado cobijo en vuestro palacio.
Intervino entonces Gautam.
-Todo esto que hemos escuchado quiere decir que no hay ningún obstáculo a que mi señor Agnimitra y Malavika contraigan matrimonio, pues ha quedado cla­ro su origen y dicha unión sería beneficiosa para los dos pueblos -afirmó. Y, dirigiéndose al soberano, -añadió: No creo que vuestras dos esposas pongan ningún in­conveniente a algo que redundará en la grandeza de su reino.
Dhárini e Irávati dieron su beneplácito y las bodas de Agnimitra y Malavika se celebraron con gran pompa.

(Del Mâlavikâgnimitra de Kâlidâsa)

Fuente: Enrique Gallud Jardiel

004. Anonimo (india),

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