El rey tenía una hija. Y
a los aposentos de la princesa llegaba siempre un mendigo que solía decir siempre
las mismas palabras:
-Dame alguna limosna. En
premio a tu generosidad, te anuncio que, en el futuro, tendrás a un muerto por
marido.
La niña se preguntaba por
qué le decía siempre aquello. Y el mendigo lo siguió haciendo todos los días,
durante doce años.
Un día el monarca se
encontraba en el balcón y oyó al mendigo hacer su funesto augurio, por lo que le
preguntó a su hija a qué se debía la profecía. Ella le respondía que le había
venido anunciando lo mismo desde su niñez y que no sabía la causa. Al padre no
le agradó aquello y temió que la extraña profecía se cumpliese, por lo que le
dijo a la muchacha:
-Hija mía: no vas a estar
siempre encerrada en este reino. Salgamos de él y dediquemos algún tiempo de
nuestra existencia a viajar y a ver mundo.
Mandó a sus criados hacer
sus equipajes y abandonó el palacio, acompa-ñado de toda su familia.
Mientras tanto, en un
reino vecino, el príncipe heredero contrajo una misteriosa enfermedad y
pareció morir. Sin embargo, los médicos y los astrólogos decretaron que su
estado, semejante a la muerte, no duraría permanentemente, sino que al cabo de
doce años volvería a la vida. Por ello, su padre, en lugar de incinerarlo como
era costumbre, mandó construir una especie de palacete en las afueras de la
ciudad y, tras colocar allí el cuerpo de su hijo, tapió todas las ventanas y
cerró con varias cerraduras la puerta principal, en la que colocó un mensaje
en el que se podía leer: "Un día llegará aquí una mujer casta que haya
cumplido sus obligaciones con los dioses. Sólo ella podrá entrar en este
palacete. Sólo al contacto de su mano se abrirá la puerta."
Poco después de ese
acontecimiento llegaron a aquel lugar el rey y su hija, seguidos de todo su
cortejo. Acamparon en las cercanías de la ciudad. La princesa se alejó de los
demás para dar un paseo y llegó ante la puerta cerrada del palacete. La
cerradura era de oro y brillaba en la distancia.
Se acercó a la puerta y
puso la mano sobre la cerradura. En ese momento, ésta se abrió, permitiendo
franquear la puerta. La princesa entró y, nada más hacerlo, la puerta se cerró
a sus espaldas.
En el interior la
muchacha encontró lo que parecía el cadáver de un hombre, sin embargo, visto
más de cerca, daba la impresión de estar dormido. En derredor había
provisiones y alimentos para doce años y todos los artículos necesarios para
la vida.
Recordó en aquel momento
las palabras proféticas del mendigo y reconoció que no había podido escapar de
su destino. Se acercó al cuerpo y levantó el velo que le cubría la cara. El
rostro del muerto tenía una expresión de placidez.
"¿Qué he de
hacer?", se preguntó la muchacha. "Al parecer me hallo encerrada para
siempre con este hombre." Instintivamente comenzó a darle al cadáver un
masaje en las piernas.
Entre tanto, en el
bosque, la comitiva real estaba buscando a la princesa. El rey se hallaba
desesperado y llamaba a gritos a su hija. No se la halló, por lo que, tras varios
días de intensa búsqueda, el rey dio a su hija por perdida y regresó desolado a
su reino.
Dentro del palacete la
princesa comenzó a efectuar las tareas que llevaría a cabo una esposa: limpiaba
el lugar, bañaba y cuidaba del cuerpo yacente, cocinaba, hacía las ofrendas a
los dioses y consideraba a aquella habitación como su hogar. Así
transcurrieron los años.
Durante el décimo año de
su estancia en aquel lugar un grupo circense acampó en el bosque cercano. Una
acróbata de la compañía, de nombre Malti, llegó por casualidad el palacete e
intentó encontrar una entrada. Finalmente, trepó al tejado.
La princesa se hallaba
muy solitaria, tras tantos años de confinamiento. De repente, escuchó un
ruido, miró hacia arriba y vio un rostro en uno de los tragaluces de la
mansión.
-¿Quién eres? -le
preguntó.
-Vengo con un grupo de
acróbatas y nos hemos detenido en el bosque -fue la respuesta de Malti.
-¿Podrías entrar?
-La abertura es muy
estrecha, pero lo intentaré.
Malti, con gran
dificultad, consiguió adaptar su cuerpo al hueco del ventanuco y se descolgó
en el interior de la sala. La princesa le contó su historia y, como la acróbata
era huérfana y estaba cansada de viajar de un pueblo en otro, tomó la decisión
de quedarse en aquel lugar.
Ahora la princesa tenía
compañía y el tiempo transcurría de una forma mucho más agradable. Así pasaron
dos años más.
Un día, mientras la
princesa se bañaba, escuchó a un pájaro que le habló desde la rama de un árbol
que crecía junto al ventanuco.
-Ya han pasado doce años
-le anunció el ave. Si alguien arranca hojas de este árbol, las machaca en un
mortero de plata y vierte el jugo en la boca del muerto, éste volverá a la
vida.
La muchacha hizo lo que
el pájaro decía y preparó el jugo en la manera indicada, recogiéndolo en una
copa. Pero, antes de darle de beber al cadáver, decidió acabar su baño y sus
oraciones rituales a los dioses.
La acróbata le preguntó
qué era aquel brebaje y la princesa se lo explicó. Entonces, mientras ésta se dedicaba
con intensa concentración a sus oraciones, la acróbata le abrió los labios al
cadáver y vertió en ellos el contenido de la copa. En aquel momento, como por
ensalmo, las puertas del recinto se abrieron, dejando entrar la luz del sol, y
el príncipe se irguió, como si despertara de un sueño.
-¿Quién eres tú?
-preguntó a Malti.
-Soy tu esposa -fue su
respuesta.
El joven se hallaba muy
agradecido a sus cuidados y aceptó a Malti como esposa.
En el instante en que la
princesa acabó sus oraciones y salió del trance místico en el que se hallaba,
vio a la pareja, diciéndose tiernas palabras de amor, y sintió una gran
pesadumbre. Había cuidado al príncipe durante doce años y, finalmente, se
quedaba sin recompensa. Pero no podía hacer sino aceptar su destino, por lo
que bendijo a ambos y se dedicó a servirles y a hacerles la existencia más
placentera, dentro de aquellas paredes.
No obstante, el príncipe
comenzó a notar poco a poco diferencias entre ambas mujeres. A fin de cuentas,
una era hija de un rey y la otra era una acróbata sin refinamiento, por lo que
llegó al convencimiento de que algo no iba como debiera.
El príncipe tomó la
decisión de marchar a la ciudad a traer víveres y objetos necesarios y preguntó
a las mujeres qué deseaban que les trajera.
Malti, que echaba de
menos la comida que solía tomar en sus tiempos itinerantes, pidió que le
consiguiera algunos vegetales y pan seco, lo que contrarió mucho al príncipe.
Una mujer debe interesarse en ropas y joyas y no en pan seco. Preguntó entonces
a la princesa.
-Todo lo que quiero
-declaró- es un muñeca parlante.
"¿Qué cosa más
extraña!", pensó el joven.
Pero marchó a cazar y a
la ciudad y, a su regreso, entregó a Malti los vegetales que había pedido y a
la princesa, la muñeca parlante.
Esa noche, después de que
los tres hubieron cenado, la muñeca parlante comenzó a hablar y dijo:
-Cuéntame una historia.
La princesa le respondió:
-¿Qué historia podría
contarte?
-Una que sea entretenida
y extraña -contestó la muñeca.
-Nada más extraño que mi
propia vida, que se ha convertido en una verdadera historia de ficción.
-Cuéntame tu vida,
entonces.
La joven narró lo que le
había sucedido hasta el momento, desde su niñez y la profecía del mendigo. En
la habitación contigua, el príncipe estaba escuchándolo todo. Por fin, la
princesa resumió su cuento:
-Dejé en aquel momento la
copa de plata en la mesa, mientras acababa mi baño y mis oraciones, y Malti le
dio su contenido al príncipe. Ella es ahora su esposa y yo me he convertido en
una criada.
El príncipe se encolerizó
a escuchar esto. Cogió un látigo y despertó a latigazos a la acróbata, a la que
expulsó de la casa.
-¡Tú no eres mi esposa!
-le gritó, iracundo. No has sido tú quien me ha cuidado durante todos estos
años. ¡Fuera de mi vista!
Entonces entró y consoló
a la princesa, que había sido su compañera durante doce años.
En aquel momento llegaron
al palacete los dos reyes vecinos, padres de ambos, pues habían ya transcurrido
los doce años prescritos. Llevaron a pareja al palacio, en donde ésta vivió
feliz para siempre.
(Tradición popular de
Karnâtaka)
Fuente: Enrique Gallud Jardiel
004. Anonimo (india),
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