Había un grupo de amigos
en una taberna. Atardecía. Estaban los hombres charlando sin cesar. A cierta
distancia, saboreando una humeante taza de té, había un sannyasin
(renunciante), absorto en sus meditaciones. Uno de los amigos dijo:
-Estoy preocupado. Presté
a un semiconocido una moneda de plata y no tengo ningún testigo, por lo que
puede negar que le haya hecho el préstamo y me quedaré sin el dinero.
Como el hombre estaba muy
confundido, los amigos comenzaron a consolarlo, pero sin saberle dar, ninguna
solución.
-Si el hombre no me
devuelve ese dinero -dijo el apenado acreedor, mi mujer me va a matar cuando
lo descubra. ¿Qué puedo hacer?
Uno de los amigos,
divisando al sannyasin, dijo:
-¿Por qué no le preguntamos
al yogui? Tal vez a él se le ocurra algo.
Los otros amigos dijeron:
-¡Pero eres tonto o estás
loco! Ese hombre está en las nubes.
El sannyasin escuchó lo
que decían, se acercó a ellos y dijo:
-Perdonad que intervenga,
amigos -y dirigiéndose al hombre compungido, añadió: Reúnete con ese hombre
junto con tus amigos y dile que te devuelva las diez monedas de plata que le
prestaste.
-¡Pero si sólo le presté
una moneda! -replicó el hombre, atribulado al punto.
Y el yogui dijo:
-Será lo que él te conteste
enseguida y ya tendrás testigos. Entonces podrás obligarle a que te pague.
El Maestro dice: Es un sabio el que aprende a navegar en el
océano del espíritu y en el octano de la cotidianidad.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india),
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