Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 17 de junio de 2012

La mejor herencia


Shu Guang, viejo profesor del príncipe heredero durante mucho años, pidió jubilarse al ver que el pri­mogénito del emperador ya había obtenido una for­mación cultural bastante sólida. Para agradecer su excelente servicio, el monarca le obsequió con 10 ki­los de oro, a los que se sumaron otros 25 que le re­galó su alumno, el príncipe heredero.
Volvió entonces el profesor jubilado a su pueblo natal con tan apreciada remuneración. Vinieron a sa­ludarlo parientes, amigos y admiradores, a quienes les agasajaba siempre con suculentas comidas y bue­nos vinos. Su hospitalidad se difundió por toda la provincia. Acudieron entonces otros conocidos e in­cluso desconocidos atraídos por la fama del viejo le­trado o simplemente por las ganas de saborear sus manjares. Así, al cabo de dos años, se redujo consi­derablemente su riqueza por los banquetes y rega­los. Algunos amigos empezaban a preocuparse, di­ciéndole:
-Conviene que escatimes los enormes gastos. Aunque tuvieras una montaña de oro, se agotaría en pocos años y te quedarías sin nada. ¿Por qué no te compras con ese dinero algún terreno o algunas casas para dejárselos a tus descendientes como herencia?
El viejo profesor sonrió con gratitud y les con­testó con lucidez:
-Aunque estoy viejo, no me he olvidado de mis hijos y nietos: miren, tengo una casa suficientemente amplia y un terreno que, si lo cultivan bien, les dará de comer sin problemas. ¿No es suficiente que ten­gan una vida igual a la de los demás?
-Pero deberías adquirir más propiedades para que no les falte nada en el futuro.
-Podría comprar más fincas y construirles casas nuevas, pero temo que como lo tienen todo de ma­nera tan fácil se conviertan en unos vagos y holga­zanés.
-¿Por qué?
-El dinero no es todo. La posesión de una des­mesurada propiedad puede arruinar la agudeza de los inteligentes y agravar la insensatez de los retarda­dos. Soy consciente de in¡ incapacidad para educar a mis hijos, pero tampoco quiero incrementar su in­sensatez. La austeridad es la mejor compañía de la laboriosidad, y ésta es la esencia de la vida.
El viejo siguió gastanto su fortuna en convidar a los amigos, conocidos y admiradores. Murió sin de­jar herencia. Pero los descencientes prosperaron con sus propios esfuerzos.

005. Anonimo (china),

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