La princesa Palvi, bella
e inteligente, tenía una particular afición: gustaba sobremanera de cazar en
los bosques. Un día, en mitad de una cacería, extravió su camino y se encontró
sola en medio de la espesura. Trepó a un árbol, para ver si divisaba a sus
compañeros en la distancia, pero lo único que alcanzó a ver fue que había un
gran fuego en el bosque.
Contempló cómo las llamas
lamían los árboles y cómo los animales huían despavoridos para protegerse. Vio
en aquel momento cómo una pareja de gansos luchaba denodadamente por proteger
a sus crías. Volaban de un lado a otro, pero iban a tener gran dificultad en
salvar su nido. Cuando el fuego se acercó, el macho escapó volando, en un
intento desesperado de salvar su vida, abandonando al resto de su familia. La
hembra, por el contrario, protegió con su cuerpo a sus pequeñuelos y murió
abrasada junto a ellos.
En el momento en que el
fuego hubo cesado, la princesa bajó del árbol en el que se encontraba y, mientras
regresaba a su palacio, se fue haciendo las siguientes reflexiones:
"¡Qué seres tan
egoístas son los varones! Sean humanos o bestias, son todos iguales. No se
puede confiar en ellos. No quiero saber nada de ninguno de ellos en toda mi
existencia."
Y decidió que nunca
contraería matrimonio.
A partir de aquel día la
princesa mostró siempre un rostro grave, trató mal a todos los hombres y
anunció al rey, su padre, su propósito de permanecer soltera. Sus padres
estaban consternados por esta decisión, pero no pudieron hacer nada por
variarla, pues Palvi tenía un carácter firme y decidido.
Un día llegó al palacio
un pintor muy conocido y realizó algunas bellas obras decorativas en las
paredes. Cuando ya se disponía a marchar, vio pasar fugazmente a la princesa
y, al contemplar la belleza de Palvi, tomó la decisión de pintarla. Tuvo que
rogar mucho para que ella consintiera en posar, mas al final lo logró. Pero
cuando hubo terminado el cuadro, en lugar de hacerlo colocar en palacio, lo
tomó para sí y abandonó la ciudad.
El pintor visitó otra
corte y le vendió el cuadro al soberano, quien lo mandó colocar en la sala
principal de su palacio, Allí, todos los cortesanos lo admiraron y se preguntaron
quién sería la joven tan bella que en él se retrataba.
El príncipe Vikram, que
regresaba entonces de un viaje de recreo, contempló la pintura y quedó al
instante prendado de la princesa; pero nadie supo decirle quién era la bella
joven ni dónde podría encontrarla.
El príncipe cayó en aquel
momento en una profunda depresión, dejó de comer y abandonó sus ocupaciones. Su
padre, intentando animarle, probó toda suerte de cosas, pero todo fue en vano.
Mandó entonces a buscar al pintor, pero éste ya había abandonado la ciudad.
Nadie podía decir quién era aquella princesa.
El estado de ánimo del
príncipe Vikram empeoraba por momentos y, en un rapto de ira, tras una
discusión con el ministro del reino, el príncipe le mandó ajusticiar.
La palabra del príncipe
era ley en aquel lugar y ni siquiera su padre, el rey, osaba contrariar
aquella orden. Sin embargo, se le dio tiempo al ministro para que, antes de
morir, pudiera arreglar sus asuntos familiares y dejar en orden los de
gobierno.
La hija menor del
ministro, una avispada joven llamada Girija y hábil también con los pinceles,
decidió entonces salvar por cualquier medio a su padre del peligro en el que
se encontraba. Pidió una audiencia al príncipe Vikram y le convenció para que
retrasara la ejecución del ministro mientras ella intentaba encontrar a la muchacha
del cuadro, origen de su pena.
Vikram concedió el
aplazamiento, con la esperanza de que Girija pudiera encontrar a la mujer del
cuadro. La joven mandó realizar una copia del retrato de Palvi y, disfrazada
de hombre, partió del reino y viajó durante meses por distintos lugares,
determinada a salvar a su padre.
Mostró la copia del
cuadro de reino en reino, mas nadie pudo identificar a la mujer. Un año
transcurrió antes de que la reconocieran, en un reino lejano. Sí, le dijeron,
la mujer del cuadro es nuestra princesa, es "la princesa que nunca se
casará".
Quiso saber Girija el
porqué de este apelativo, pero no le pudieron contestar; nadie sabía la causa
de la aversión de la princesa por los hombres.
La joven quedó
desconsolada. ¿Cómo podría convencer a Palvi de que aceptase a Vikram como
marido, sin conocerle, habida cuenta de su aversión al matrimonio?
Sin embargo, Girija no
desfalleció. Alquiló una casa cercana al palacio y estableció allí un taller de
pintura. Diariamente colocaba su caballete en el patio y pintaba diversos
cuadros, hasta que consiguió que su fama llegase a oídos del monarca, quien la
llamó a palacio para que le mostrara sus lienzos. Al rey le gustó lo que vio e
invitó a Girija, que seguía en su atuendo masculino, a que pintase unos frescos
para el palacio que estaba construyendo para Palvi.
Girija hizo lo que se le
pedía y decoró las paredes del nuevo palacio con toda suerte de paisajes,
animales, diseños florales y geo-métricos pero, sobre todos, con bellas
escenas de amor y de amantes tomadas del folklore del país y de la mitología.
Todas las mujeres del
palacio acudieron un día a contemplar las pinturas y la hija del ministro
consiguió que se confiaran a ella y le contasen la razón del desprecio de Palvi
por los hombres. Supo así del episodio del fuego y los gansos.
Entonces Girija tomó la
decisión de emplear su arte para resolver de una vez por todas aquella
situación. Comenzó a pintar en las paredes del palacio escenas que mostraban lo
opuesto a la impresión que Palvi tenía de los hombres. En aquellas historias se
hablaba de la infidelidad de las mujeres y de las virtudes de los hombres. Y
cuidó de que todos hombres honestos, valientes y heroicos que pintaba tuvieran
un sospechoso parecido con el príncipe Vikram.
Cuando el palacio estuvo
totalmente decorado, la princesa Palvi acudió a contemplarlo y quedó muy gratamente
impresionada por lo que vio, especialmente por una escena en donde se veía a un
apuesto príncipe junto a dos antílopes. Quiso saber cuál era el significado
de aquella escena.
-Princesa -contestó
Girija-, este fresco muestra una escena verdadera, algo que le sucedió
realmente a un príncipe de mi reino. Se encontraba cazando en el bosque,
cuando se produjo un incendio y en él vio a un antílope macho que protegía a
sus crías con su vida, mientras las hembras corrían despavoridas,
abandonándolas. Produjo esto tan honda impresión en él que, desde en aquel momento,
odia a las mujeres y ha jurado que nunca se casará. Esta decisión causa gran
pena a nuestro anciano rey, que no tiene más herederos, pero nada puede hacer
contra la voluntad firme y decidida del príncipe.
-¡Qué extraño es eso que
me cuentas! -repuso Palvi-. ¿Pueden ser fieles los hombres e infieles las
mujeres? Yo siempre pensé lo contrario, mas si he de creer tus palabras,
entonces todos los asuntos tienen dos caras distintas. Quizá tomé una decisión
precipitada tras contemplar solamente un rostro de la realidad. Convendría que
pusiera ahora en orden mis ideas.
-Me alegra oíros decir
eso, princesa -afirmó la hija del ministro-. Pero más me gustaría que fuera
nuestro príncipe el que cambiara de opinión. Desgracia-damente él es mucho más
obstinado que vos.
-Alguien debería hacerle
ver la otra cara de la realidad -observó la princesa-. Y quizá así variara de
parecer. De la misma manera que yo he aprendido de su experiencia, él podría
también aprender de la mía. Cuando le veas, cuéntale todo esto y observa si le
hace cambiar de opinión.
-Así lo haré, princesa
-aseguró Girija, llena de regocijo.
Desde aquel día todos en
el reino supieron que la princesa Palvi había superado su aversión por los
hombres y muchos pretendientes comenzaron a llegar al reino, atraídos por su
belleza. Su padre, el rey, estaba muy contento. Pero, aunque la princesa no
mostraba ya desdén por el sexo masculino, no hallaba de su gusto a ninguno de
aquellos que pretendían su mano. Pasaba todo el tiempo en su nuevo palacio,
contemplando los retratos de las paredes y hablando con Girija del príncipe.
La hija de ministro,
sabiamente, contó a Palvi toda suerte de anécdotas que realzaban las virtudes
de Vikram, hasta que un día la princesa no pudo contenerse y quiso conocerle
en persona.
Girija mandó avisó a su
reino de la nueva situación y el príncipe Vikram llegó allí a los pocos días,
seguido de una espléndida comitiva que asistió, al poco tiempo, a las bodas de
Palvi y Vikram.
Un final feliz debido al
arte de los pinceles.
(Tradición
popular de Gujarat)
Fuente: Enrique Gallud Jardiel
004. Anonimo (india),
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