Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 13 de junio de 2012

La diosa de la luna

Antes de convertirse en la Diosa de la Luna y su­frir la eterna soledad lunar, la bella inmortal Chang E vivía en la Tierra con su marido, el héroe enviado por el Dios del Cielo que derribó nueve soles y aniquiló los demonios del mundo. Aunque el pueblo lo admi­raba profundamente por sus abnegadas proezas, su mujer se quejaba de la constante soledad, ya que su marido siempre andaba fuera de casa batallando con los malos espíritus. Además, le horrorizaba la idea de envejecer y morir como cualquier mujer mundana.
Para acabar con la amargura de su mujer, el ma­rido salió un día en busca de la Diosa de las Monta­ñas para que le diera el elixir de la inmortalidad. Conmovida por la abnegada labor que desarrollaba el desinteresado hombre, la diosa le concedió una hierba mágica, advirtiéndole que la tendrían que to­mar los dos al mismo tiempo, Si no, no respondería de las consecuencias. El hombre volvió contento con la hierba providencial y pidió a su mujer guardarla en sitio secreto para tomarla juntos algún día que no tu­viera que salir a luchar contra los demonios.
Su mujer estaba muy resentida debido a la peno­sa soledad a la que la tenía sometida su cónyuge, y no quería sufrir eternamente el melancólico abando­no. Una noche, movida por un impulso de desespe­ración, sacó el remedio providencial y se lo tomó to­do. Enseguida experimentó algo raro en su cuerpo, una sensación de evaporación o de vacío. Se hacía más y más ligera, empezaba a flotar y a volar por el cielo estrellado. Quería bajar, pero la Tierra no la atraía. Parece que había una enorme fuerza que la succionaba desde lo alto del firmamento. Se alejaba cada vez más de la Tierra, acercándose a la Luna. Y desde lo alto del cielo, ya vislumbraba el desértico paisaje lunar. Se arrepintió de su necedad y empezó a echar de menos todo aquello que acababa de aban­donar. Sentía vergüenza de volver a encontrarse con los suyos. Decidió quedarse en la Luna para estar cerca de la Tierra y pagar, desde aquel destierro frío e inhóspito, su conducta indigna.
Unos dicen que la apenada dama se convirtió en un sapo de repugnante apariencia, y otros dicen que sigue tan hermosa como siempre, pero más sola y melancólica. En los días de luna redonda, puedes contemplar la Luna y la podrías encontrar debajo de un árbol de laurel, acompañada de un conejo blan­co, sufriendo la eterna soledad.

 005. anonimo (china)

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