Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 30 de junio de 2012

El sapo y la zorra .054

54. Cuento popular castellano

Una vez el sapo, que se llamaba Pedro, subía por la cuesta de un prao y se encontró con la zorra, que se llamaba Miravalles, y le dijo:
-¡Buenos días, Pedro!
-¡Hola, Miravalles! -dice el sapo. ¿Adónde vas por ahí?
-A ver a quién le echo mano una gallina -dice la zorra. Y, ¿tú?
-Pues, yo voy a subir ahí arriba para ver cuánta tierra se divisa.
Y le dice entonces la zorra:
-¡Tú, allá arriba no llegas ni pa agosto! 
-¡Pué que antes que tú! -contesta el sapo. La zorra se echó a reír, y la dijo el sapo:
-No te rías, que podemos hacer una apuesta.
-¿Qué quieres apostar? -dice la zorra. Y dijo el sapo:
-Este pan que llevo yo debajo del brazo.
Y ¡claro!, a la zorra no la importaba el pan; pero por ganarle la apuesta, pues, ¡nada!, quedaron conformes. Y le dice al sapo:
-Pero te quitarás esas albarcas tan grandes que llevas, sin tarugos.
-¡Qué va! -dice el sapo. ¡Lo mío lo llevo siempre conmigo! Conque se pusieron a un tiempo, y dijo el sapo: 
-¡Bueno!... Cuando yo diga, «¡A la una! ¡A las dos! ¡A las tres!», arrancamos a correr.
Y entonces va el sapo y dice:
-¡A la una! ¡A las dos! ¡A las tres!
Y al tiempo de arrancar la zorra, el sapo se le agarró al rabo, y corre y corre y corre y corre..., hasta que llegaron arriba. Y se vuelve la zorra para atrás y dice:
-Pero, ¿subes?
Y dice el sapo:
-¡Si yo estoy aquí!
Y como la zorra miraba para abajo, el rabo quedaba a la parte de arriba y el sapo, por lo tanto, estaba por la parte de arriba.
Pero aunque la zorra comprendió que la había ganao el sapo, decidió quitarle el pan a la fuerza, y el sapo, como comprendió que llevaba las de perder, la hizo comprender que ella había ga­nao, y la dijo:
-Puedes llevártelo, que tuyo es; pero ya que me ganastes, quie­ro que comas el pan con algo que a ti más te gusta, peces.
Y la dijo que le llevara a caballo y que la enseñaría dónde po­dría comer el pan con pescao abundante. Y llegaron a una charca, y la dijo:
-Aquí en esta charca hay peces por millares. Espérate un poco, que bajo al fondo para contarlos.
Y el sapo se tiró al agua. Se estuvo un poco allí y al fin salió y la dijo a la amiga Miravalles:
-No te puedo decir el número de peces que hay, porque son incontables.
Y entonces dice la zorra:
-Y, ¿qué adelanto yo con que haya mucha pesca, si no la puedo coger? ¿A eso me has traído aquí? Y el sapo la dice:
-Yo te diré cómo se pescan. Al escurecer tú te arrimas al agua y metes el rabo dentro, y yo me meto dentro del agua y estoy ob­servando cómo se les clavan los pelos de tu cola a los peces en los ojos, y cuando tengas la cola muy cargada de peces, yo te digo, ¡tira!, y tú tiras y les sacas. Y así haces unas cuantas veces hasta que tengas pescao abundante.
Con que la zorra así lo hizo. A eso de las doce de la noche la dijo el sapo a la zorra:
-No te muevas, que voy a ver si han caído.
Y el sapo hizo que se acercaba a la orilla. Y desde allí la decía a la zorra:
-¡No te muevas, que ya hay quinientos!
Y estuvieron toda la noche en esa forma hasta la mañana. Y entonces dijo el sapo:
-Voy a quitar el pan de la orilla del agua para que, cuando tú tires, no se moje.
Y se le puso libre de su alcance. Y, entonces, al ver que el hielo era muy gordo, la dice:
-¡Tira, que ya perdistes el pan!
Y agarró las albarcas y el pan y marchó de allí, dejando a la zorra trabada por el hielo.
Y colorín colorao, este cuento se ha acabao.

Frama, Potes, Santander. Narrador LVI, 25 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

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