Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 10 de junio de 2012

El «pla d’el rei»


Abandonando Valldemossa por la ruta de Poniente, dejamos a la izquierda la posesión de Son Batista, escenario del episodio de Ahmed y su cántaro roto, y seguimos, hasta llegar a la bifur­cación conocida como es Girant de Deià. El cruce es lugar evoca­dor de muchos sucedidos que el pueblo, con su fantasía creadora, atribuye a su santa, Catalina Thomás, la popular Beateta. Allí, cuando la niña Catalina llevaba el yantar a su padre que traba­jaba los terrenos de Son Gallard, la esperaba, cotidianamente el diablo y le fastidiaba con pesaduras más propias de un párvulo travieso que de todo un veterano perdedor de almas. Le volcaba el cesto con la comida de los segadores, le tiraba piedras, le daba sustos y le ponía zancadillas. Todo lo soportaba con entereza la futura santa que, sin darse cuenta, debía ir tomándole la medida a su inseparable enemigo y curtía así el ánimo, con miras a futu­ros enfrentamientos de mayor envergadura.
Considerando el girant como vértice de un triángulo, cuyos lados serían las dos carreteras que parten de él hacia Esporles y Deià y el tercero el reborde del acantilado que cae casi a plomo sobre el mar, toda su teórica superficie es una explanada con dos decorados laterales de montaña y una línea frontal donde se con­funden; el mar y el cielo. Es la llanura conocida como es Pla d'el Rei y no precisa-mente por lo llano de su terreno sino por una pequeña corrupción de la antigua palabra plant o plany que en nuestra lengua quiere decir llanto. Porque en esa llanura, cuentan lloró un rey.

Con los reyes de la corta dinastía mallorquina, nos pasa al pueblo lo mismo que con los Ahmeds. Resulta más cómodo per­sonificarlos en una sóla imagen, la del Rei En Jaume, que ir a averiguar con certeza de qué Jaime se trataba, dejando estas pre­cisiones para los pacientes historiadores. Lo cierto, según la le­yenda, es que allí lloró el rey Jaime.
Andaba el Conquistador dando una batida por aquellos para­jes persiguiendo a los moros que, huídos de Palma, se habían hecho fuertes en las montañas. Don Nuño Sanç iba a la vanguar­dia de la expedición y fue sorprendido por una emboscada, ca­yendo herido en la refriega. Cuando el emisario del noble alcan­zó al grueso de la expedición, puso en conocimiento del rey la triste nueva y debió ser tal el realismo del relato del soldado que don Jaime, creyendo perdido ya a su buen caballero, lloró des­consoladamente como hiciera años atrás, nada más desembarcado en la Isla, ante los cadáveres de sus queridos Moncada.
Todavía en Valldemossa se conoce con el nombre de sa fe­rida a un paraje muy cerca del pla, donde tendría lugar la su­puesta embos-cada.
Distinta sería la causa del llanto real, según otra versión de la leyenda que sitúa al rey Jaime -sería forzosamente el segun­do-, cabalgando por aquella llanura, cuando divisó a lo lejos un jinete que se acercaba a galope tendido. Llegó junto a la real persona el emisario, haciéndole entrega de un correo con el se­llo de Aragón y, no bien hubo iniciado su lectura don Jaime, cuando descabalgó y, postrado de rodillas, se mesaba las barbas llorando amargamente. Los gruesos caracteres góticos del perga­mino le comunicaban la muerte de su padre, el rey Conquistador, acaecida en Valencia el 27 de Julio de 1276.
La historia podrá confirmar o desmentir la presencia de los Jaimes, por aquellas fechas, en tierras mallorquinas, pero la le­yenda, esta vez por partida doble, se ha encargado de certificarla hasta nuestros días en la llanura valldemosina del Plá d'el Rei.

Fuentes:
Juan Mantener Bujosa: Tradiciones y leyendas de Valldemossa. (Separata de Revista núms. XLII - XLVIII. Palma 1948).

 092. Anonimo (balear-mallorca-valldemossa)

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