Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 10 de junio de 2012

El misterioso sudor de un crucifijo

La sequía que padecía la isla, allá por el año 1507, era alar­mante como ninguna. El ganado se moría de sed, las fuentes y los pozos se secaban y muchos la bradores abandonaban sus here­dades para ver de subsistir, dedicados a otros menesteres. Ha quedado constancia de la absoluta esterilidad de aquel funesto año en el que -está escrito- «no llovió en todo él en ninguna parte de la isla». De las 230.000 cuarteras de trigo que se esti­maban necesarias para el consumo local, sólo llegaron a recoger­se 25.000. La situación era caótica y, como en tantas ocasiones, la ayuda no llegó a Mallorca de sus cercanos vecinos sino de luga­res tan dispares y lejanos como Sicilia, Sevilla, Cerdeña, Nápo­les o Francia.
Al borde, ya, de sus fuerzas, sólo una solución le quedaba al desesperado pueblo: sacar sus imágenes religiosas al campo y organizar procesiones votivas y penitenciales. Clamar al cielo, provocar como fuera su conmiseración y arrancarle el milagro de la lluvia.
En Alcudia, la procesión se dirigió a la Cova de Sant Martí donde, un tiempo lejano, los vecinos de Pollentia celebraban ocultamente sus primitivos ritos cristianos. Los Jurados, descal­zos y en camisa, se turnaban portando el crucifijo, mientras el pueblo en masa –castigán-dose el cuerpo de las más diversas maneras- caminaba detrás, rezando y cantando.
Al salir de la Cova, los penitentes más cercanos a la imagen pudieron observar el fenómeno: el Cristo estaba empapado de un sudor acuoso, en el que eran visibles unas gotas de sangre. El prodigio, trascendido a toda la comitiva, se interpretó como la premonición de que iba a producirse el milagro. Pero no llovió.
El siguiente día y en presencia de los comisionados envia­dos a Alcudia por las autoridades de la capital, se repitió el fe­nómeno, al finalizar el oficio en la iglesia parroquial. Los recién llegados (por la premura con que acudieron a Alcudia alguien podría pensar que aguardaban el aviso del milagro tras el primer recodo del camino) tuvieron ocasión de presenciarlo y se tomó buen cuidado de que algún escribano dejara constancia escrita... «E fonch clarament y manifesta trobat lo dit Crucifixi esser ba­nyat en lo cap en los cabells de la part squerra... E los dits ca­bells del loch de la banyadura foren vistes algunes gotetes petites que parexíen unes perles petites...» (Fragmento del acta del no­tario palmesano Antonio Seguí corroborando la que levantara el día anterior su colega de Alcudia Francisco Axartell).
Todo esto ocurría los días 24 y 25 de Febrero de 1507, an­te la presencia de los prohombres llegados de Ciutat para dar más realce al asunto. Sin embargo, en ningún otro documento se encuentra referencia escrita de este prodigio. Ni siquiera el obispado de Mallorca terció en el tema, guardando acerca de todo ello un prudente, silencio. Pero la historia, la leyenda o la fantasía tienen, en este caso, nombres y cronología muy preci­sas. Los prohombres ciudadanos que acudieron a Alcudia, han quedado perfectamente identificados para la posteridad con sus nombres, apellidos y cargos que desempeñaban. Eran «lo reve­rent Official e lo venerable mossen Miquel Garsia prevere e Do­mer de la Seu de Mallorca», por parte del estamento religioso. A los políticos -vamos a llamarles así, con mucha licencia- les representaban «los magnifichs micer Joan Dezcallar, mossen Joa­not de Vallobar, mossen Joanot Falo, mossen Bernat de Pachs» y los hombres de leyes enviaron a «los magnifichs missers Pere Joan Forteza y Joan Andreu».
Sólo de uno de los comisionados, un simple fraile, no ha sido posible saber absolutamente nada. Los que han consultado los catálogos biográficos de las órdenes religiosas existentes, a la sazón, en Mallorca no han hallado el menor rastro del fraile que inspeccionó el sudor prodigioso del Cristo de Alcudia. Pa­rece como si algún interés grande hubiera existido en borrar definitivamente su recuerdo. Ello hace particularmente interesan­te esta historia ya que veintitrés años después, en Sóller, acae­ce un episodio que tiene dos caracte-rísticas comunes con el de Alcudia: el sudor sanguinolento de un crucifijo y el nombre del protagonista, Benet Steva, el mismo que el del misterioso fraile cuyo rastro nadie ha podido hallar.

Fuente: Gabriel Sabrafin

092. Anonimo (balear-mallorca-alcudia)

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