Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 15 de junio de 2012

El diablo de marido


93. Cuento popular castellano

Este era un rey que tenía tres hijas. Y las dos mayores tenían ya sus amores, estaban ya comprometidas para casarse. La más pequeña la preguntaba el rey que con quién se querría casar ella, que su gusto era dejarlas colocadas a las tres. Y ella le contestó que no se casaría mientras no se encontrara uno que tuviera los dientes de oro y los labios de plata.
Y el padre lo anunció para ver si por algún reino había uno de esas condiciones. Conque el diablo se enteró de ello, se dis­frazó de etiqueta y se fue a pretenderla con los dientes de oro y los labios de plata. Al presentarse en palacio lo hicieron pasar al gabinete del rey. Este llamó a su hija y la dijo:
-Aquí tienes lo que tú buscabas: con los dientes de oro y los labios de plata.
Entonces ella dijo:
-Pues nunca pensé encontrarlo; pero aquí está mi mano.
Se casaron, hicieron la boda, y ella le pidió a su padre que la diera dos doncellas y el cochero mayor de la casa -como la en­tregó los caballos y la carroza y, en fin, todo lo que ella pedía. Y las dos doncellas se llamaban Mariquita Tildi y Tolda.
Se casaron, pues, y se marcharon. Y al llevarla a su palacio, el diablo la entregó las llaves de toda la casa. Y la dijo:
-Toma las llaves de toda la casa. Pero te prohibo terminante­mente no abrir esta puerta. Aquí está la llave, pero no puedes entrar en esta habitación.
Ella le obedeció por ciertos días; pero la curiosidad hizo que cierto día metió la llave en la cerradura, y se abrió la puerta, donde se encontró con muchas señoritas emparedades y muchas calderas que aparentaban ser las calderas del infierno.
Ella cierra la habitación y sale y se encuentra con el diablo. Y él la dice:
-Parece que me huele a carne quemada. ¿Tú has abierto la puerta aquella?
Y ella le dijo que no. Entonces él la dijo que se subiera a arreglarse con toda la ropa de la boda y que bajara a cenar con él. Pero ella, asustada, les dijo a las doncellas lo que la había pasado: que había abierto la habitación prohibida y que se había encontrado con cadáveres allí y señoritas emparedades y unas calde­ras que aparentaban ser del infierno.
A todo esto, él se quedó preparando las calderas para, cuando ella bajara, quemarla. Y ella manda a Tolda que vaya en seguida a llamar al cochero, que venga en seguida con los caballos que más corren -pero que vengan corriendo, corriendo, y que se paren a la ventana por donde se van a tirar ellas. Bueno, en esto, él, desde abajo, empieza a llamarla, porque ya tenía las calderas en condiciones para quemarla:
-¿Subes o bajas?
Y ella le contesta:
-Ahí voy, mientras me pongo la rica camisa que me dio mi padre cuando contigo me casó.
Entonces ella la dice a Mariquita Tildi:
-Mira a ver si viene Tolda. Y la Tildi la contesta:
-Señora, ni viene ni asoma. Y él vuelve con las mismas:
-¿Bajas o subes? Y ella le contesta:
-Ve, ahí voy, mientras me pongo el rico corsé que mi padre me dio cuando contigo me casó.
Y vuelve a las mismas él:
-¿Bajas o subes?
Y ella otra vez:
-Ya voy, mientras me pongo las ricas enaguas que mi padre me dio cuando contigo me casó.
Bueno...
-Mariquita Tildi, a ver si viene Tolda.
-Señora, ni viene ni asoma.
Y ellas, apuradas, claro, porque no viene. Y empieza él a vo­cear otra vez:
-¿Subes o bajas?
-Ya voy, mientras me pongo el rico vestido que mi padre me dio cuando contigo me casó.
Y vuelve otra vez:
-Mariquita Tildi, mira a ver si viene Tolda.
-Señora, ya viene, ya asoma. Y entonces vuelve a vocear el demonio:
-¿Subes o bajas?
Entonces ella le dice a la criada, como ya están los caballos a la ventana, que tiren las cuerdas para atarlas, porque se tiran por la ventana. Y entonces vuelve a vocear él, cada vez más en­fadao:
-¿Subes o bajas?
-Ahí voy, mientras me pongo el rico velo que mi padre me dio cuando contigo me casó.
Y cuando ha dicho esas palabras, subió el cochero, las ató y las bajó, porque ya estaba el coche en la puerta. Las ató y las bajó al coche, a la señorita y a la criada, porque la otra ya estaba abajo.
Bueno, marcharon escapados, a todo el vuelo. Y encontraron en el camino una huerta, donde había un hombre para las verdu­ras y las frutas. Ella mandó bajar y que le dieran una bolsa de oro a ese señor con el fin de que, si venía un señor a caballo pre­guntando si las había visto pasar -a tres señoritas y un cochero con una carroza- que se hiciera el sordo y que le contestara: «¿Las patatas? Son riquísimas. No las hay mejor que las mías».
Llegó el diablo, y así lo tuvo entretenido mucho tiempo. Por­que le contestaba que las peras eran muy buenas, que si quería manzanas -haciendo el sordo porque no dijera que había visto a aquellas señoritas. El hombre viendo que no le daba noticias se enfadó y se echó a correr detrás de ellas.
La señora iba sentada al revés en el coche, para verlo venir de lejos, cuando ya vio un jinete que venía a todo vuelo, corrien­do, corriendo. Y entonces tiró un frasco que llevaba ella con un líquido y se formó un río, por el cual no pudo pasar él. Y enton­ces adelantaron más ellos.
Les dio tiempo de llegar ellos a su casa, y no los pudo pillar. Entonces a su padre le contó lo que le pasaba. Entonces el padre dijo:
-Ya decía yo que el tener los dientes de oro y los labios de plata tenía que ser cosa del demonio. Y entonces la dijo:
-Deja que venga aquí, que ya sabré lo que tengo que hacer con él. Pero mientras, marcharos a otro reino donde no os pueda encontrar.
Y les dio otra bolsa de oro, pa que no les faltara en el camino, y les dijo que se marcharan. Y le dice la hija al padre:
-Mi salvador ha sido éste (el del coche), y quiero pagárselo con ser suya. A ver si puedo casarme en otro reino con él.
Entonces el padre les echa la bendición, los manda poner de rodillas y dice que sin más testigos que Dios y las dos sirvientas, que los casa él, que quedan casaos, que Dios no puede permitir que esté casada con el diablo. Y así termina.

Zamora, Zamora. 9 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. anonimo (castilla y leon)

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