Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 14 de junio de 2012

El ángel y el ermitaño .186

186. Cuento popular castellano

Era un ermitaño que vivía en una cueva. Y todos los días, mientras iba por una cantarilla de agua, un ángel bajaba y le de­jaba el sustento para el día.
Un día, yendo a por el agua, se encontró con un hombre que le llevaba esposao una pareja de la guardia civil. Y dijo él:
-¡Cuando le llevan esposao, algún mal habrá hecho!
Cuando volvió con el cantarillo de agua, no encontró el sus­tento como otros días. Y entonces se puso a llorar y a decir que qué mal había hecho él para que Dios no le mandara el sustento. Entonces bajó un ángel con una rama seca en la mano y le dijo:
-Mira. Ten esta rama. Y tendrás que ir peregrinando de puer­ta en puerta. Pero nunca duermas en cama, aunque te la ofrez­can; pon siempre esta rama de cabecera. Has pecao con no las­timarte de ése, y en lo que no florezca esta rama, Dios no te perdonará.
Entonces el ermitaño cogió la rama y se fue pidiendo por el mundo. En unos sitios le daban limosna y de otros le echaban. Ya un día que nevó y hacía mucho frío, llegó a una casa y salió una vieja, y la pidió limosna. Se la dio, y entonces la preguntó él si le dejaba recogerse allí, aunque fuera en un rincón. La vieja le dijo que no, que ella vivía con sus hijos y que eran unos ban­didos que venían a recogerse todas las noches, y que si le veían, la matarían a ella. Pero ya tanto pordioseó que la mujer se lasti­mó y le dejó entrar, diciéndole:
-Pero tiene usted que estar quietecito en un rincón para que mis hijos no le vean.
Cuando llegaron sus hijos, la vieja les empezó a decir lo que le había pasao con el pobre, y al ver que ellos no se enfadaban, les dijo que le tenía allí recogido. Dijeron ellos que le querían ver. Fueron a verle, y entonces el pobre les empezó a contar lo que le había ocurrido. Y tanto les conmovió que dijeron que se arrepentían y que al día siguiente irían a la iglesia más próxima a confesarse.
Y luego ya se fue a acostar el ermitaño. Por la mañana, cuan­do se levantaron los bandidos, fueron a llamarle para almorzar. Como vieron que no contestaba, pues fueron a mirar y le mira­ron y estaba muerto. Y entonces vieron que la rama había echado unas hojitas verdes, y comprendieron que era que Dios ya le había perdonao.

Sieteiglesias, Valladolid.
Narrador XC, 7 de mayo, 1936.

Fuente: Aurelio M. Espinosa, hijo                                                            

058. anonimo (castilla y leon)

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