Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 14 de mayo de 2012

Txomin-ipurdi

Vivían una vez una madre y su hijo. Éste era tan culón, que todo el mundo le llamaba Txomin-ipurdi.
Eran muy pobres, y por ello, un buen día Txomin-ipur­di decidió ir a ver al rey, para pedirle un poco de dinero. Cuando se dirigía hacia el palacio del rey, en el cami­no, le salió a su paso un zorro, que le dijo:
-¿A dónde vas Txomin-ipurdiii...?
-A casa del rey a pedirle un poco de dinero -le con­testó Txomin-ipurdi.
-¡Ay! ¡Qué cosas no haría yo si estuviera en su galline­ro! -exclamó el zorro.
-Métete en mi trasero -le contestó el muchacho.
El zorro se metió en su trasero, y Txomin-ipurdi conti­nuó el viaje. Un poco más adelante se le presentó un lobo, que le preguntó:
-¿A dónde vas Txomin-ipurdiii...?
-A casa del rey, a pedirle un poco de dinero -le con­testó igual que al zorro, Txomin-ipurdi.
-¡Ay! ¡Qué cosas no haría yo si estuviera en sus Caba­llerizas! -exclamó el lobo.
-Métete en mi trasero -le dijo también a éste.
El enorme lobo se metió en sus posaderas, y de esta manera, el zorro, el lobo y Txomin-ipurdi continuaron el camino hacia el palacio.
En una de esas se encontró con un río que más parecía un mar por lo grande que era, y cuando comprobó que no podía vadearlo por ningún lado, le dijo:
-Métete en mi trasero. Y el río se metió en él.
De esta manera cruzó el río, en seco; y continuó su via­je llegando hasta la casa del rey.
-Dan, dannn... -tocó la puerta. Toda la servidumbre quedó asombrada al ver en la puerta un hombre con se­mejante culo. Inmediatamente informaron al rey de la presencia de tan extraño personaje.
-Preguntadle qué es lo que quiere -les dijo el rey.
Éstos marcharon a preguntarle a Txomin-ipurdi qué quería, y éste les contestó:
-Un poco de dinero para que mi madre y yo podamos vivir un poco mejor.
Cuando le explicaron al rey lo que Txomin-ipurdi pre­tendía, éste se enfadó, y les dijo:
-Decidle que no hay dinero para los holgazanes. Y si no quedara con esto conforme llevadlo al gallinero.
Cuando informaron a Txomin-ipurdi de que el rey ha­bía dicho que no había dinero para los holgazanes, se en­fadó, y empezó a gritar que él no era un holgazán, que so­lamente quería un poco de dinero. Entonces los criados lo cogieron en volandas y lo llevaron al gallinero.
Las gallinas del rey eran enormes, tan grandes como las ovejas. Para cuando entró Txomin-ipurdi, éstas empe­zaron a picotearle por todos lados. Por unos momentos quedó muy quieto, pero cuando se apercibió de que los criados ya se habían marchado, dijo:
-Ahora estás en el gallinero del rey. Sal de ahí -le mandó al zorro. El zorro salió, y destrozó todas las galli­nas que allí había.
A la mañana siguiente, cuando el rey se levantó, mandó a sus criados al gallinero a que recogieran los restos del culón y los enterraran. Cuando los criados llegaron al ga­llinero, vieron a Txomin-ipurdi tranquilamente sentado, y todas las gallinas destrozadas por el suelo.
El zorro, sin embargo, cuando cumplió con su trabajo se marchó al monte. Cuando el rey supo lo que pasó, no lo podía creer, no se explicaba cómo un hombre pudiera hacer semejante destrozo.
-Llevadlo a las caballerizas -ordenó a los criados-. Que los caballos no son como gallinas.
Los caballos eran enormes. Cuando éstos vieron a Txomin-ipurdi, primero se asustaron, pero poco a poco se le fueron acercando y unos comenzaron a darle coces y otros dentelladas. Txomin-ipurdi se asustó. Cuando notó que los criados habían cerrado la puerta, dijo:
-Salta de mi trasero -ordenó al lobo-. Y fue horro­roso el espectáculo... qué ruidos, qué tumbos, qué relin­chos. Cuando el lobo acabó con todos, se marchó al monte.
A la mañana siguiente, los criados fueron al cobertizo, provistos de un cesto y una azada para poder recoger los restos de Txomin-ipurdi, y he aquí que quedaron aún más asombrados que el día anterior... Todos los caballos esta­ban muertos y Txomin-ipurdi tranquilamente sentado en el suelo.
El rey, al enterarse de lo ocurrido, se quedó sin saber qué hacer. Pero pensó que nadie volvería a reírse de él, y por ello ordenó que pusieran en la plaza del pueblo un montón de paja, y, poniendo a Txomin-ipurdi encima, se le diera fuego.
Toda la gente del pueblo trabajó amontonando paja; una vez acabado, pusieron a Txomin-ipurdi encima y le dieron fuego. Hasta el rey se acercó a la plaza para ver cómo se quemaba Txomin-ipurdi.
Cuando el fuego fue cogiendo fuerza, y Txomin-ipurdi empezó a notar calor, dijo:
-Salta de mi trasero -ordenó al río. Y el río comenzó a salir apagando el fuego e inundando toda la plaza. La gente empezó a correr huyendo, y hasta el rey se tuvo que marchar, si no quería ahogarse.
El rey, pensando que aquel culón le destrozaría todo el pueblo, se atemorizó; y entonces ordenó que lo trajeran a su presencia.
Trajeron a Txomin-ipurdi, y el rey le preguntó:
-¿A qué has venido a este palacio?
-Tú bien lo sabes -le contestó Txomin-ipurdi-. He venido a por un poco de dinero, pero no habéis querido darme ese poco que os pedía, ahora quiero que me des todo lo que quepa en mi trasero.
El rey ordenó que recogieran todo el dinero, oro y pla­ta que tuviera; pero aún así, no fue suficiente como para llenar el culo de Txomin-ipurdi.
Después ordenó que se recogiera todo el dinero que hubiera en el pueblo, pero así y todo no lograron llenar el trasero de Txomin-ipurdi.
Al final, cuando Txomin-ipurdi se dio cuenta que en el pueblo ya no quedaba más dinero, le dijo al rey que era suficiente con lo que tenía.
Después Txomin-ipurdi marchó a casa, llenó todas las arcas y rincones de ella con el dinero que trajo, y a partir de entonces, su madre y él vivieron muy felices.

Fuente: Joxemartin Apalategui

108. Anónimo (pais vasco)

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