Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

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domingo, 27 de mayo de 2012

Historia de un rapto entre ogros

Historia de un rapto entre ogros
Anónimo
(arabe)

Cuento

El Rey de los ogros tenía un hijo que se introdujo en casa de una ogresa para raptar a su hija. Cuando él se presentó en casa de la ogresa, ésta no le reconoció porque había tomado la forma de un caballo, y como a la ogresa le gustaba mucho la carne de caballo, se puso muy contenta de poder apoderarse de la bestia, atándola a la puerta de su casa. Pero cuando regresaron sus siete hijos -siete hijos muy valientes, a lo que debe añadir­se el padre que hacía ocho-, ellos sintieron el olor del hijo del Rey de los ogros, y dijeron:
-Madre, aquí huele a ghul.
-No, hijos míos, sólo es este caballo.
-Bah, este caballo es un ogro -dijo el hijo mayor.
La hija de la ogresa se llamaba Lunja: la tenían escondida bajo siete velos. Entre todas las ogresas no existía una belleza semejante. Sus siete hermanos la custodiaban celosamente y todas las mañanas, apenas se des­pertaba, iban a saludarla, antes de salir a cazar.
Una noche el hijo del Rey de los ogros esperó a que los siete herma­nos, cansados por haber estado cazando todo el día, se quedasen dormidos como su padre y su madre, y cuando desde lo hondo de su panza oyó la­drar a los perros, maullar a los gatos y gritar a los hombres, abandonó su aspecto de caballo y tomó la forma de un árbol. Desde la copa de este ár­bol podía ver a toda la familia profundamente dormida. Recobró, enton­ces, su aspecto verdadero y entró en la alcoba de Lunja.
-Ven -le dijo-. Te llevo conmigo.
-Pero mañana por la mañana cuando mis hermanos vengan a salu­darme, ¿qué sucederá cuando no me encuentren?
-Yo te enseñaré lo que tienes que hacer. Escupe nueve veces, y cuan­do tu padre te llame, el primer salivazo contestará por ti. Cuando le toque el turno a tu madre, el segundo salivazo dará la respuesta por ti, y del mis­mo modo los otros siete salivazos responderán a tus siete hermanos.
Entonces el hijo del Rey de los ogros, por medio de un conjuro, llamó a uno de sus súbditos; éste se deslizó en la alcoba bajo la forma de un ser­pentón. El Príncipe le dijo:
-Quiero que lleves a esta ogresa a mi Palacio.
Aquél se trasformó inmediatamente en un caballo que se llevó a la jo­ven, cubierta por los siete velos.
A la mañana siguiente el padre se despertó el primero y llamó a su hija: -¿Cómo te encuentras hoy, Lunja?
-Estoy muy bien, padre mío.
Poco después su madre, y luego los hermanos le hicieron otras pre­guntas, y los salivazos que la joven había dejado en la alcoba, iban respon­diendo por ella.
Pero al llegar la noche, cuando todos regresaron a la casa, ninguno re­cibió respuesta a sus preguntas. Entonces el padre se transformó en rayo, y el hermano mayor en relámpago y ambos partieron en busca de Lunja.
Pero el hijo del Rey de los ogros conocía aquella transformación y sa­bía que el padre se escondía bajo la forma del rayo y el hijo bajo la forma de un relámpago, y dio Qrden al ogro que había raptado a Lunja de hacer salir a sus batallones de ogros.
Así pues, cuando el padre y el hermano de Lunja llegaron al castillo donde se encontraba la joven, se encontraron con las tropas enemigas des­plegadas, como si el hijo del Rey estuviera muerto y aquél fuese el día de sus funerales. Ambos, a la vez, rápidamente, abandonaron la forma de rayo y de relámpago, y recobraron su aspecto normal, entrando al Palacio del hijo del Rey de los ogros. El padre de Lunja empezó a informarse:
-¿Es que el hijo del Rey últimamente ha hecho algún viaje?
-¿Ha estado enfermo y ha muerto de repente?
-Hace más de un mes -le dijeron-, que padecía una grave enfer­medad.
En realidad los súbditos del Príncipe sabían que se trataba del padre y del hermano de la joven raptada. Al mismo tiempo éstos, como tenían la certeza de que Lunja debía estar en el castillo, fingieron no saber nada y pidieron hospitalidad. Les dieron la bienvenida y les hicieron entrar en una cámara toda de hierro donde fueron encerrados. Los súbditos del Príncipe juntaron una gran cantidad de leña en torno a la cámara de hierro, le prendieron fuego y les abrasaron.
La joven, encerrada en el Palacio, no tenía la menor idea de que estu­vieran quemando a su hermano y a su padre. El hijo del Rey de los ogros, que se había hecho pasar por muerto, se acercó a la cámara rodeada por las llamas y les gritó:
-Yo soy el que ha raptado a vuestra hija.
El padre respondió:
-Aunque sólo quede de mí un hueso, este hueso te perseguirá y te cegará.
Al quemarse, los ogros explotaban con un rumor de cañonazos. Final­mente la puerta de la cámara de hierro se abrió y el fuego se apagó y sus restos se esparcieron por doquier, pero quedó un huesecito que saltó de golpe a los ojos del Príncipe, que se quedó ciego.
Mientras tanto, la madre y los otros siete hermanos de Lunja se ha­bían trasformado en soplos de viento y se dirigieron hacia el Palacio del Príncipe. Los súbditos acudieron a su encuentro.
Los soplos de viento se convirtieron en ogros.
-¿Qué es lo que deseáis?
-Hemos sabido -respondieron- que el hijo del Rey ha muerto, y venimos a asistir a sus funerales.
-Os rogamos que atendáis un momento.
Mientras, otros súbditos del Príncipe estaban cavando una profunda fosa. Cuando la rellenaron de leña y le prendieron fuego, cubrieron la hen­dedura con esteras, y luego les invitaron a que entraran. Ellos así lo hicie­ron, y al sentarse sobre la fosa incendiada, todos cayeron sobre el fuego y se quemaron.
 Contado por Khiva, mujer de Mohammed ben El Ha¡ ben Nfisa, de Blida.


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