Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 29 de mayo de 2012

Ahmed de pastoritx

El esclavo y su amigo el pastor se encontraron, como cada tarde, en la llanura a la que acudían las ovejas de Pastoritx a pa­cer la escasa hierba que se daba por aquellos pagos. Ahmed gus­taba de la placidez de aquellos atardeceres y, tendido en el suelo, con la mirada perdida en el cielo, le hablaba al pastor de su le­jana tierra, de sus añoradas gentes y de aquella libertad con la que soñaba, en la desesperanza de alcanzarla algún día. El pastor estaba sombrío, la pertinaz sequía que se prolongaba demasiado, había afectado a los negocios de la finca y el amo estaba decidi­do a sacrificar todo su ganado antes que verlo morir de inanición y padecer así un perjuicio todavía mayor. En su desesperación, el amo había ofrecido pagar cualquier precio al que encontrara una fuente que salvase a los animales de sus tierras.
En el alma de Ahmed se encendió una luz de esperanza; se presentó a su amo y le preguntó si mantenía en pie su palabra de premiar al que descubriera un manatial en Pastoritx.
-¿Y si el premio que yo os pidiera por hallarla fuera mi libertad? -preguntó con ansiedad el moro.
-Te la concedería sin dudarlo, -afirmó el amo.
Ahmed esperó una luna propicia y una noche cavó y cavó, con todas las fuerzas que le daba la ilusión de ser libre. Al día siguiente se presentó a su año y le dijo:
-Ahmed ha cumplido su palabra, en Es polls mana la fuente que os prometí. Ahora, espero que cumpláis la vuestra.
Siete días pidió el amo a su esclavo para cerciorarse de la calidad del agua; al cabo llegó Ahmed reclamando su premio que fue demorado siete días más por ver si el caudal no cesaba. Siete días manó la fuente, abundante y cristalina. Ahmed insistió y se le pidieron siete días más para terminar un estanque, y sie­te más para canalizar el agua hasta las casas, y siete más... más, más, más y siempre siete interminables días más. Con cualquier pretexto, demoraba el amo la liberación de su siervo.
Ahmed tomó nuevamente la azada y, una noche, volvió hasta la fuente decidido a cegarla.
El pastor que andaba por allí cerca, acudió al ruido de los golpes y adivinando las intenciones del esclavo, le imploró que no prosiguiera su destructora labor: «Mira que me arruinas, Ahmed, por Dios te lo pido, deja al menos algo de agua para que beban mis ovejas».
Compadecido de su amigo de tantas y tantas tardes, Ahmed transigió.
-Tus ovejas tendrán agua -dijo el moro- pero sólo po­drán beberla ellas porque será mala y amarga. Para tí, amigo, dejo sólo este pequeño chorro cristalino que calmará tu sed y te recordará siempre mi venganza sobre nuestro amo. Adiós, adiós para siempre.
Horas después, una galera mora embarcaba al huido en la Cala d'en Claret.
Cuentan que en Pastoritx, Sa Font d'es Polls continúa ma­nando, aún hoy, un agua desagradable y turbia, mientras que un finísimo hilo cristalino brota junto a la vena principal. Son, uno y otro, como recordatorios imborrables de una venganza y de una hermosa amistad.

Fuente: Gabriel Sabrafin

092. Anónimo (balear-mallorca-valldemossa)

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